APUNTES 239 sujetarla a la disciplina rígida de los estudios clásicos cuando debía haber estado jugando con sus muñecas. Italia me recibe como a un hijo perdido hace largo tiempo, y aquí me siento como en mi casa. escribía en 1847; y algunas semanas después. Veo cuán. reales son los encantos que siempre me han atraído hacia Europa. No era falso el instinto que me pronosticaba que aquí hallaría yo una atmósfera en la cual se desarrollaría gran parte de mi sér que necesita desarrollo. Si hubiera venido diez años antes! Pero ahora mi vida está ya condenada a ser un fracaso, pues he despilfarrado muchísima energía en abstracciones, lo que se ha debido únicamente al no haberme creado en el suelo que me convenía. Fue hija espiritual más bien de Rousseau que de Goethe, como ella misma lo reconoció al fin. Escribiendo de París en 1847, decía. Debí a la Cámara de Diputados el haber podido ver los manuscritos de Rousseau, que se conservan en la biblioteca de ese cuerpo parlamentario. Los vi y los toqué esos manuscritos, precisamente como él los dio al mundo, escritos en papel blanco fino, atados con una cinta.
El tiempo los ha puesto amarillentos y ha descolorado las letras; mas, al tocarlos, me pareció que sentía el fuego de la juventud, inextingui