APUNTES 221 dera cosecha de mi vida cotidiana es algo tan intangible e indiscernible como los matices de la mañana y del crepúsculo. Es polvo recogido de las estrellas, un fragmento del arco iris que he agarrado. El cristianismo dice en The Week (La Semana) no tiene más que esperanza. Ha colgado su harpa de los sauces, y no puede cantar canción alguna en una tierra extraña. Ha soñado un sueño triste, y todavía no da con regocijo la bienvenida a la mañana. Yo no estoy seguro de que en caso de urgencia no recurriese a las liberales divinidades de Grecia más bien que al Dios de mi patria.
En mi panteón, Pan reina aún en su pristina gloria, con su rostro encarnado, su barba larga, su cuerpo hirsuto, su flauta y su cayado, su ninfa Eco y su hija Yamba; porque el gran dios Pan no ha muerto como se rumoraba. Quizá sea su santuario el que más venere entre los santuarios de todos los dioses de la Nueva Inglaterra y de la vieja Grecia. Pocos sermones se han predicado en Massachusetts más penetrantes que el compuesto mientras el barco de Thoreau bajaba por el río Concord, pasando cerca de la iglesia de Bellerica, donde los sencillos aldeanos estaban adorando al Dios de la Nueva Inglaterra; sermón