APUNTES 211 papá, este es Alberto, esta es Flora, esta es Adela. En fin, cualquier nombre de la casa, como el pintor del epigrama. Hizo un conejo pintado un pintor mal entendido: como no fue conocido estaba desesperado; pero halló un nuevo consejo para consolarse, y fue poner de su mano al pie, en letra grande: CONEJO. Cuando ya el niño se creyó un Rubens o un Españoleto pintó, con mil colorines, un monigote, de frente; cumbre pictórica que nunca se había atrevido a escalar ni en los más arrebatados ratos de alpinismo artístico, pues todas sus figuras de fondo eran de perfil, o gentes que iban, nunca que venían.
Pero en el ardor de la inspiración, el Buonarotti en cierne olvidó un ligero detalle: no le pintó boca al retrato! Es cierto que aclaró al pie «que ese era su papá. pero es preciso convenir en que la boca hace mucha falta.
Satisfecho de su obra, como Dios a los siete días del Génesis, el Goya en embrión corrió al cuarto de su padre a que éste pusiera en torno de la frente del artista una corona de besos, y le gritó esventolando el papel, como una grímpola de gloria: