352 APUNTES que sólo me atraía por su clásica antigüedad.
No sé por qué, pero el hecho ha sido que, detrás de mi clara e inconfundible calidad de turista y persona inofensiva, los funcionarios del consulado griego en París tuvieron la sospecha de si yo en realidad no era también un griego, y en verdad un griego expatriado que se «disfrazaba de colombiano, que quería volver a la patria para promover una revolución. Acaso mi profunda adhesión a Pitágoras y Parménides, Anaxagoras y Leucipo, Sócrates, Platón y Aristóteles se reflejaba en mi cara hasta el punto de hacerme pasar por griego? Entonces me habría sentido lisonjeado. Mas vencida la sospecha, por fin me dieron el permiso cuando, para mayor sorpresa de los modernísimos griegos del consulado de París, yo les dije que el único delito que acaso podría cometer en Grecia sería el de buscar y coger un pedazo de mármol pentálico del Partenón. Quién sabe! añadí para mayor risa de los funcionarios consulares iquién sabe si me toque un fragmento de estatua de Fidias! No ya por revoltoso, sino por tonto, loco o maníaco fui tenido entonces. creo que eso fue lo que más contribuyó a que se me diese el visado. Obtenido el cual, para lograr el de Palestina, tuve que ir várias veces al consulado de Inglaterra, donde fueron más atentos, dada la suma que tuve que pagar. Llenados los requisitos de probar que yo tenía el dinero