APUNTES 333 Logró la libertad el padre Manrique merced a los buenos oficios de su amigo el fraile español Antonio González; pero, aunque el gato escaldado huye del agua fría, el belicoso sacerdote volvió a las andadas, quizá porque los españoles no eran agua fria y porque él no era gato, y en el año de 1818 fue nuevamente cogido cuando se hallaba incorporado en las guerrillas del Norte, en las cuales peleaba valientemente como militar patriota y absolvía fervorosamente como clérigo caritativo y cristiano.
Lle on al padre Manrique preso al hospital de San Juan de Dios porque se hallaba enfermo.
Tenía el cargo de alcaide en ese hospital que servía de cárcel un cierto fray Juan de Merchán, cogulla realista frenético, de gordo cervigillo, ignorante como una paloma de monte y más bestia que una esquina.
Los patriotas que caían enfermos y eran llevados al hospital de San Juan de Dios, en calidad de prisioneros, padecían lo inaudito con la vulgaridad del andorgudo fraile, y el padre Manrique, que tenía agudo ingenio para tomar en lo posible el desquite, hacía al cogulla víctima de sus epigramas y decires, sin dársele una higa del castigo que podía caerle.
Desde tiempos lejanos existe en el hospital un cuadro que representa a San Juan de Dios con un pobre a cuestas, y ese pobre no es otro que el diablo disfrazado de mendigo.
Un día el padre Manrique platicaba con un compañero de hospital y vecino de cama, y le dijo, de modo que lo oyera el fraile Merchán. Sabe usted lo que representa esta pintura. No lo sé, padre contestó el compañero, sonriendo, porque conocía el ingenio del sacerdote y sabía que la pregunta no se la formulaba a humo de pajas.