288 APUNTES «Se ha de atribuir lo que sucede a dos causas principales. En primer lugar, por extraño que el hecho pueda parecer, en un país en que las dos terceras partes de la población trabajan la tierra, la agricultura no es honrada como debiera. Cuando el francés siente su ingenio algo desarrollado, huye a la ciudad tan infaliblemente como el hierro va tras el imán. No le gusta el campo, aquella vida le desagrada. Un agricultor aficionado sería en Francia objeto de curiosidad. Por otra parte, esta debilidad de la nación es alentada por un sistema de gobierno centralizador, por la multitud de colocaciones, todas ellas retribuidas.
De todos los rincones de Francia, los hombres de energia y de recursos acuden, luchando juntos, para lanzarse en el mundo parisiense: quieren hacerse grandes funcionarios. En cada uno de los 84 departamentos, los hombres algo menos dotados en voluntad y en talento luchan por llegar al mando en la capital de la provincia. Quieren hacerse pequeños funcionários. Desciéndase un grado, y se tendrá en pequeño el mismo espectáculo. La provincia es a la Francia lo que el cantón es a la provincia, lo que la comuna es al cantón. Todos los que tienen, o se figuran tener, un poco de seso en la cabeza, se apresuran a correr a las ciudades, a disputarse los empleos. Todos los que tienen, o pasan a sus propios ojos o a los ojos de otros, por tener poco talento y no ser buenos sino para este oficio, se quedan en su pueblo, cavando, la tierra, cuidando del ganado, podando la vid, como lo hicieran antes que ellos tantas generaciones de sus antecesores. esto hasta que no queda ninguna inteligencia en el campo. Todo lo que hay en el país de voluntad, de instrucción y de talento va a sepultarse en las ciudades. Es muy corriente, si se sale