226 APUNTES pura. Poesía subjetiva, si atendemos a los estados de alma que nos pinta; poesía objetiva, si fijamos la atención en las magistrales descripciones de los paisajes caucanos; poesía elegíaca, si nos fijamos en lo que a la muerta querida atañe; poesía nostálgica, si recordamos las melancólicas evocaciones que hace de su casa paterna y de su infancia lejana.
Pero como improvisador no se mostró casi nunca Jorge Isaacs, o sus improvisaciones no fueron recogidas, con excepción de una, que hoy recojo a mi turno, no por su valor literario, que es escaso, sino por ser del autor de María, pues si generalmente las obras dan valor al artista, no pocas veces un nombre consagrado les da valor a obras que apenas si llegan a medianas.
Hace unos cincuenta años hallábase Jorge Isaacs en Bogotá, hospedado en la casa de su hermana, la altísima matrona doña Sara Isaacs de Mallarino, cuando llegó de visita una dama hermosísima, de nombre Mercedes, cuyo apellido ignoro.
Después de los saludos de rúbrica, la gentil Mercedes le dijo al poeta. Don Jorge, supe que usted estaba aquí y vine a suplicarle me diga a dónde le mando mi álbum, para que me escriba en él. El bardo israelita. sin desarrugar el adusto ceño que lo caracterizaba, le contesto con alguna rudeza, como era su costumbre: