222 APUNTES tas. Hay que espiarlo en la calle o en una de las puertas de sus oficinas. y con riesgo de que todo se reduzca a la grata efusión de un cariñoso saludo. Pues es lástima. Los hombres como don Elías, como don Ricardo Jiménez, no hay que dejarlos nunca. hay que estar sobre ellos. Todo lo que dicen son cosas de importancia para la República.
De pronto don Juan, que estaba de frente a la puerta de la calle, fijó sus ojos en alguien que entraba silenciosamente.
Vimos que hacía un saludo; también volvimos a ver. Era precisamente don Elías. La montaña venía hacia nosotros. Nos levantámos ambos para saludarlo. Don Elías entraba a corregir pruebas y organizar las páginas de su revista APUNTES. Pero tan pronto como hubo de reconocernos, quiso pasar rápidamente. Periodistas? dijo ¿Periodistas? Librese de ellos, don Juan. sonrió. Se detuvo. Fue una cosa espontánea.
GIE No nos desacredite, don Elías dijimos. Imposible repuso. Ya no se puede más.
Todo esfuerzo sería vano. Hombres peligrosos. asentimos. Para nosotros don Elías es el evangelio, sin que en esta confesión de nuestra parte haya el menor asomo de cinismo. don Elías, para desvanecer hidalgamente