APUNTES 201 Letras viejas, pronto centenarias, de un país lejano. Inglaterra!
Demasiadas leyes POR HERBERT SPENCER II Pero lo que se trata de discutir no es tanto si, mediante una inteligencia suficiente, sería posible al Gobierno cumplir las diversas tareas que se le imponen, sino más bien si es o no probable que las cumpliera.
Es menos asunto de poder que de querer.
Admitamos que el Estado sea perfectamente capaz, y veamos si en tal caso puede esperarse de él que lleve a feliz término la obra. Consideremos la fuerza motriz que pone en juego la máquina legislativa, y tratemos de ver si esta fuerza recibe en esta máquina un empleo tan bueno como en otra parte.
Evidentemente, como lo que hace obrar al individuo es siempre un deseo, de tal o cual clase, de igual modo, una institución social, cualquiera que sea su naturaleza, deberá tener por motor un grupo de deseos.
Cuando los hombres obran en conjunto, ni uno de sus actos deja de nacer de un apetito, de un sentimiento, de un gusto común a todos. Si no les gustara la carne, no habría ganaderos, ni mercado de ganados en Smithfield, ni corporaciones de carniceros para distribuir esa carne. Si hay óperas, sociedades filarmónicas, editores de música y organilleros, es en virtud de nuestra afición a los sonidos melodiosos.
Deletréese el Almanaque del Comercio; tómese una guía con vistas de Londres; léase el Indicador de las tablas del tiempo, de Bradlaugh, los informes de las Socie