A PUNTES 167 De Sigmund Freud Cuando el transeunte canta en la oscuridad, niega su inquietud, pero no por eso ve más claro.
La fabricación de concepciones del mundo se queda para los filósofos, que no hallan practicable el viaje de la vida sin guías Baedeker que suministren informaciones acerca de todo. Acep.
tamos humildemente para nosotros el desprecio con que de arriba nos miran los filósofos, desde el punto de vista de su ALTÍSIMA INDIGENCIA. Que.
remos buscar nuestro consuelo considerando que todas esas «guías de vida, pronto se tornan anticuadas, y que precisamente nuestra cortedad de vista, limitada al trabajo pequeño, es lo que hace necesarias sus nuevas ediciones, y que aun los más modernos Baedeker son tentativas para compensar el viejo catecismo, tan cómodo y tan perfecto. Sabemos de fijo cuán poca luz puede proyectar la ciencia sobre el enigma del mundo.
Más impotente aún es todo el estruendo de los filósofos. Sólo la paciente prosecución del trabajo que todo lo subordina a una exigencia de certeza, puede lentamente operar algún cambio.
Cuando el transeunte canta en la oscuridad, niega su inquietud, pero no por eso ve más claro.
Agosto de 1926.