156 APUNTES a tí, sonoro bardo, la juventud diabólica de Bogotá, te invita a oír la voz homérica de nuestro Tequendama, el gran grito de América! Así siguió la estruendosa e inspirada poesía de Soto Borda, que cuando terminó fue ovacionado por sus compañeros y abrazado por el «Poeta de América. Luégo Chocano, irguiéndose sobre la misma piedra que a Soto Borda le había servido de tribuna, recitó una hermosa poesía, que deploro no copiar integra y de la cual son estos versos: La quietud del lago, la emoción del río y la indiferencia de las altas nieves ponen viejas notas en los nuevos himnos: con la catarata brindis fabuloso, brindis nunca oido, brindis resonante de un millón de copas que las cumbres vuelcan sobre los abismos.
Es la nota única, es la nota nueva que los primitivos phy no copiaron nunca, dentro de la clásica onomatopeya de los cantos líricos!
Ya hoy el Tequendama no tiene quién lo cante. Mejor, ya nadie puede cantarle al Tequendama. Lo cantaron tánto, desde Pombo, Agripina del Valle y Antonio José Restrepo, con