APUNTES 117 conlido, emocionado, aparece sobre las bujías, sus cabellos, excepto una aureola dorada, se funden con la tapicería del fondo. su canto, más que de sus labios, sale de nosotros mismos.
Otras veces es un cuarteto de cuerda: unos hombres graves y pensativos, de voluntad cuádruple, que después de algunos signos y unas palabras a media voz hacen revivir a Beethoven, grande y misericordioso. Entonces no se vive en una atmósfera, sino dentro de una sonoridad que se bebe con la vida. Y, al terminar, aquel silencio lleno de emoción y dicha, aquel anonadamiento, aquella gratitud del alma después del abrazo!
No se encuentran palabras para expresar lo que se siente, y se tiene la alegría de sentir que no hacen falta palabras.
Todo esto nos consume. Así nos lo dicen. Es un goce, pero hace daño. Pero no: esto es lo que compensa los desgastes inútiles! El vértigo de la música es el equilibrio ideal. En la vida llamada ordinaria es donde tropezamos y nos remedamos torpemente a nosotros mismos, y hacemos equilibrios, sin balancin, sobre el abismo sin fondo de una existencia de la que nada sabemos. De La Religión de la Musica, de Camille Mauclair. Versión española de la a edición francesa, por José a Borrás.