APUNTES 113 naturaleza, la intervención de la divinidad. El sentimiento de la divinidad está en su verdadero lugar en esa última e inatacable catedral que se llama una orquesta. el contacto entre el director y el último oyente es prodigioso. Aquel hombre obra directamente sobre los nervios de otras dos mil criaturas con la misma seguridad que un hilo voltaico hace agitar un músculo.
Aquí la comunicación es cien veces más rápida que por medio de la palabra. Por mucha movilidad que presente la fisonomía de un hom.
bre que escucha una frase, jamás expresaría con tal rapidez la cólera, la risa, o la simpatía. Es algo instantáneo: la conformidad o la desaprobación provocan expresiones con prontitud que amedrenta. Si el melómano juzga que un pasaje debe ser más lento, para su goce, de como lo lleva la orquesta, sobresaltase súbito, y todo su cuerpo rectifica el compás; se extiende como para retardar la orquesta; pierde la noción del tiempo, del lugar, de las conveniencias, del qué dirán. En la vida ordinaria talvez sea tímido y esté lleno de prejuicios; mas aquí, si fuera preciso gritar o hacer un gesto inconveniente para que la orquesta se pusiera al compás que él concibe, téngase por seguro que no vacilaría.
Véase pintado en el rostro del melómano el deseo de exterminar si alguien estornuda o tose, o si cae un paraguas. aunque la culpable fuese la mujer más hermosa de la tierra,