92 APUNTES esos no sabían cantar ni podrían aprender, Carlos es un infeliz tenor que está contratado en Buenos Aires para cantar en uno de los mejores teatros, por mil dólares al mes, y Alcira es una desgraciada tiple que en Medellín gana doscientos cincuenta dólares mensuales libres, cantando en las principales radiodifusoras de la ciudad. Pobrecillos. Así se cumplió la profecía de aquel profesor!
El soneto del seminarista. En el año de 1887 tenían en Medellín un centro literario varios jóvenes, entre los cuales recuerdo a Pedro Nel Ospina, Carlos Restrepo, Rafael Giraldo y Viana, Lucrecio Vélez, Juan de Dios Vásquez Leal, Enrique Wenceslao Fernández, etc.
El último de ellos Fernández ya se anun.
ciaba como un inspirado poeta; pero aún no había cultivado la nota mística, que lo hizo brillar después en poemas tan hermosos como El Cielo, del cual dijo don Juan Valera que tenía versos salvo el metro dignos de los poetas del siglo de oro, y cita estos: La estrella que se alza de parece mirada que Dios nos envía; la estrella que se hunde parece mirada que Dios nos reserva.