84 APUNTES una colocación, en la cual éste debía cobrar derechos y estipendios por cada copia y por cada certificado que expidiera.
Muy sabrosamente ejercía González su empleo; pero quiso aumentarse las ganancias, y si un certificado valía un peso, cobraba dos, y si una copia valía dos, cobraba cuatro, con lo cual el hombre vivía sumido en inefables deliquios de ventura.
Mas no hay dicha eterna, y un día le informaron al gobernador que su pariente estaba inflándose los estipendios, por lo cual hombre honrado antes que pariente lo lanzó a las murallas, porque en ese tiempo no había asfalto.
Como el doctor Julio Palacio gozaba de merecidas influencias, González fué a él y entablaron los dos un animado diálogo.
Es de saberse y advertirse que González tenía la peculiaridad de trabucar los significados de las palabras, y a lo blanco le decía negro; de modo que padecía de lo que puede llamarse daltonismo semántico. Esa circunstancia la aprovechó el doctor Palacio para tomarle el pelo en el siguiente diálogo: González. Vengo, doctor Palacio, a suplicarle que desinterrumpa el desorden de sus ocupaciones innocuas, para que me ayude a colocar.
Palacio. No tiene usted empleo? No, doctor, me lo quitaron. Por qué?