82 APUNTES cantar himnos y murmurar leyendas y consejas, y en cuyas aguas espumosas sumergieron antaño sus cuerpos gráciles las marquesitas del Campillo, las pálidas segundonas de Casanegra y la condesa de Peztagua, la dulce dama de los Zapatitos de Oro.
Hace casi medio siglo, allá por los años de 1891 1892, hallábase de paso en Santa Fe de Antioquia el poeta Manuel Uribe Velásquez. En ese tiempo estaba en construcción el gran puente colgante sobre el Cauca, a unos seis kilómetros de la ciudad, y el constructor era el doctor José María Villa, uno de los más ilustres ingenieros de Colombia.
Villa y Uribe Velásquez habíanse apalabrado desde la víspera para situarse, el de diciembre, en uno de los balcones de la Casa Consistorial o casa del cabildo, para ver a regodeo la afamada procesión de la Inmaculada.
e Empezó a desfilar la procesión y los dos amigos dieron suelta a sus frases admirativas: tan bello era el espectáculo. Doctor Villa le dijo el poeta al ingeniero. cuánto deploro no ser poeta místico, como Larmig o don José Joaquín Ortiz, para cantar esta procesión tan hermosa. Muy hermosa, efectivamente repuso el doctor Villa. pero sabe usted, Manuelito, lo que yo deploro?