APUNTES 79 Qué pena tendría ese pobre, que anoche en el callejón, iba llorando y cantando. Ah. maldito corazón!
El tiple quedó a la orilla; el perro late que late, y abajo, en el remolino, un jipa y un alpargate.
Las casas para las cosas. Cuando en los primeros tiempos de la regeneración era gobernador de Cundinamarca el general Daniel Aldana, tenía su despacho al pie de la torre de San Francisco, en el edificio que veinticinco años antes les había quitado a los frailes el general Mosquera.
El continuo sonar de las campanas que, como todos saben, son capaces de despertar a las siete durmientes y, si a mano viene, a la Bella Dormida del Bosque, tenía loco al general Aldana, y éste en vez de imitar al general Tomás Rengifo, que le hizo dos tiros a un campanero en Medellín púsose a hablar con el padre guardián y le dijo, no sé si con música de Los Madgiares: Oh padre guardián, yo os quiero decir que con las campanas me voy a morir.
O, en pura prosa y sin música, le dijo el militar al buen fraile: