APUNTES el de ser ciudadano, el de ser patriota, el de ser hombre; pues no fue sólo ciudadano de su país: fue como Sócrates, ciudadano del mundo. No hubo en la olímpica antigüedad griega poeta caballero sobre el Pegaso que llegase con tan majestuosa marcha o tan furiosa carrera a la altura del Pindo.
Su vocabulario, sus frases, sus juegos de luz y de sombra, sus prodigios de pintura, la grandeza escultural de sus imágenes, la arquitectura, ya clásica, ya gótica, ya bizantina, de su obra, encierran enorme materia de estudio para los aficionados a tratar el pensamiento como tratan los naturalistas los insectos, a disecar las ideas, a rellenar con la paja de sus comentarios las frases muertas de los grandes hombres. Enrique Heine, el crítico de más talento que ha habido seguramente en el mundo, encontraba que carecía de gracia y de buen gusto. Hay pasajes de su obra, sin embargo, de una delicadeza exquisita, de una sobriedad suprema, de una ternura emocionadora a que nada puede compararse sin sacrilegio, y como otro crítico, inferior a Heine en el genio, pero superior en la perspicacia, el inolvidable Sainte Beuve, lo hizo notar alguna vez, había en Hugo un león regio y poderoso, cuyo rugido sorprendente sonaba de pronto en su obra más mezquina, y al rey de la selva no es dable pedirle los suaves movimientos que en seres más humildes nos encantan: es indiscutible que si sus Castigos son dignos de Juvenal, hay pasajes de sus no