APUNTES nos empeñamos, sin pretender descifrar los mis.
terios que esas creencias dan por resueltos, en la libertad y la iluminación de los hombres, no podemos ver como perniciosas esas ilusiones en creyentes que, como él, sacan de tales dogmas el elevado idealismo de su vida, la fraternidad universal como inspiración perenne de su obra, y una tolerancia característica, tan honda como amplia, con respecto a todos los credos. La fe definitiva del gran poeta no se encerraba en ningún santuario: su templo era la naturaleza entera, su Dios era el del Cristo al mismo tiempo que el de Buda. En el punto en que concluye la percepción de la inteligencia para nosotros, empezaba para su imaginación un cosmos lleno de visiones sublimes, los fantasmas de los cuales comunicaban a su genio una fuerza incomparable para elevar y ennoblecer la visión de la vida.
Aun los menos dispuestos a entregarnos a esas embriagueces, debemos al bardo de que os hablo muchas horas de rgo delicioso en que se olvida el dolor de la vida y en que las miserias de la realidad se velan con vapores fúlgidos.
Todas las generaciones de jóvenes y de adolescentes de la segunda mitad del siglo recién pasado le deben a Hugo lo mejor de sus generosos arrebatos y de sus abnegaciones sublimes. Sus libros, sus versos lo mismo que su prosa, han hecho, aun para los no creyentes, el papel de evangelios fortificantes, que daban a todas las