414 APUNTES echó sobre mi estro poético un alud de piropos.
que casi me hacen ruborizar. fue que entré un domingo a la casa de Jesús y me lo encontré en su cuarto, recostado muslímicamente en una hamaca, leyendo y fumando. Ya leíste este libro. me preguntó, indicándome el que tenía en la mano.
Vi el título: Aires Murcianos, por Vicente Medina. No, no lo he leído contesté.
Entonces Jesús continuó la lectura en voz alta: LA CANSERA «Pa qué quiés que vaya? Pa ver cuatro espigas arrollas y pegás a la tierra. Por esta sendica se marchó aquel hijo que murió en la guerra!
No bien hubo terminado, del Corral me dijo. Por qué no escribes tú algo así como unos.
aires antioqueños. Porque es muy rudo el lenguaje de nuestros campesinos le contesté. y no se presta para lo lírico y dolorido. Efectivamente repuso Jesús; pero si pones cuidado y corazón, verás que puedes escribir poesías sentimentales en el habla rústica de nuestros montañeses.