APUNTES APUNTES 411 antioqueña, célebre por sus extensos arro5, que la rodean a pérdida de vista. El jefe esa familia, don José María Rodríguez, gastó na parte de su fortuna en educar a sus hijos, nes, por su talento y su consagración al dio, alcanzaron lucidos grados en medicina risprudencia.
Una vez iba Marcel de San Jerónimo para ellín, cuando apenas si tendría veinte años, compañía de su hermano Adán, y al llegar la posada que había en el pintoresco alto de erón, aquél su cabalgadura y, diri.
dose a su hermano, le dijo. Puedes muy bien mirar de esta colina que tu pasado en la extensión domina, la huella ensangrentada de tu pie; tu punto de partida allá muy lejos, perdido entre los débiles reflejos del recuerdo, que apenas se entrevé.
Más allá tu niñez, entre las brumas, blanca como la túnica de espumas con que viste el arroyo su cristal.
Mas la vida en su curso es cual torrente que, al paso que se aleja de su fuente, va enturbiando su liquido raudal. Un momento deténte, peregrino, vuélve a mirar el áspero camino que tu planta desnuda recorrió. Adán, a su turno, detuvo su caballo y repuso. Ahí tienes un buen principio para un poema; eras seguirlo. Pues si te parece buen principio lo seguiscontestó Marcel.
luego, continuo: No siempre el porvenir es de bonanza, acaso falte al pecho la esperanza no recuerda que al luchar venció. Ese fue el origen del poema Un Momento. él recuerdo algunas estrofas, que copio: Los matachistes. Esta palabra es genuinamente bogotana, y a fe que merece subir a las columnas del Diccionario si es que no ha subido aún. porque tiene todos los visos de un descubrimiento idiomático.
Son muchos los episodios que se cuentan de los matachistes, y por vía de ilustración recordaré algunos, para que los lectores de provincia, que no hayan estado en Bogotá, sepan de manera fija lo que es esa plaga.
Alguna vez ponían en un café colmos, parecidos y adivinanzas, varios amigos, entre ellos Ricardo Rendón, y un joven bastante arrimado a la cola, de esos que celebran un chascarrillo y después lo asesinan al contarlo; un matachistes, en fin.
Rendón puso esta adivinanza, que fue celebrada por todos: