402 APUNTES cauciones no evitaron la insurrección. Después de muerto Fernando VII, el 29 de setiembre de 1833, se sublevó el de octubre la villa de Talavera, situada a cien kilómetros de Madrid, a favor de Don Carlos; y el del mismo mes, Bilbao, proclamando al mismo Don Carlos, Carlos de España.
Tal fue el principio de una guerra civil que habría de durar siete años, pues todavía en 1840 luchaban encarnizadamente los carlistas contra los cristinos, leales a la Regente María Cristina y a la Infanta Doña Isabel.
La insurrección, que había estallado simultáneamente en el centro de España, cerca de la capital, y en la provincia vasca, contaba entre los adeptos a Don Carlos, con los Grandes de España, casi todo el clero, algunos oficiales y funcionarios y la mayor parte de la nación, además de los montañeses de Navarra y Vizcaya, federalistas por tradición, dispuestos siempre a rebelarse contra la autoridad de Madrid, y que defendían celosamente sus fueros que les conferían los privilegios de la autonomía.
María Cristina, en cambio, sólo contaba con las ciudades de importancia y la mayoría de oficiales y funcionarios, y para hacer frente a los carlistas tuvo que buscar el apoyo de los liberales, sobre todo de aquellos que se oponían al poder absoluto y a la preponderancia de la Iglesia, en política. Le favorecía ser la representante del