APUNTES APUNTES 395 oy, en cambio, el hombre medio tiene las más taxativas sobre cuanto acontece en iverso. Por eso ha perdido el uso de la au. Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto falta? Ya no es razón de escuchar, sino, al rio, de juzgar, de sentenciar, de decidir.
ay cuestión de vida pública donde no inga, ciego y sordo como es, imponiendo sus iones ero no es esto una ventaja. No representa ogreso enorme que las masas tengan «ideas, cir, que sean cultas? En manera alguna. Las de este hombre medio no son auténticaideas, ni su posesión es cultura. La idea aque a la verdad. Quién quiera tener ideas, ta antes disponerse a querer la verdad y ir las reglas de juego que ella imponga.
le hablar de ideas u opiniones donde no mite una instancia que las règula, una serie mas a que en la discusión cabe apelar.
normas son los principios de la cultura. importa cuáles. Lo que digo es que no altura donde no hay normas a que nuestros os puedan recurrir. No hay cultura donde principios de legalidad civil a qué apelar.
y cultura donde no hay acatamiento de últimas posiciones intelectuales a qué reen la disputa. No hay cultura cuando no a las relaciones económicas un régimen fico bajo el cual ampararse. No hay cultura donde las polémicas estéticas no reconocen la necesidad de justificar la obra de arte.
Cuando faltan todas esas cosas no hay cultura; hay, en el sentido más estricto de la palabra, barbarie. esto es, no nos hagamos ilusiones, lo que empieza a haber en Europa bajo la progresiva rebelión de las masas. El viajero que llega a un país bárbaro, sabe que en aquel territorio no rigen principios a que quepa recurrir. No hay normas bárbaras propiamente. La barbarie es ausencia de normas y de posible apelación.
El más y el menos de cultura se mide por la mayor o menor precisión de las normas. Donde hay poca, regulan éstas la vida sólo grosso modo; donde hay mucha, penetran hasta el detalle en el ejercicio de todas las actividades.
Cualquiera puede darse cuenta de que en Europa, desde hace años, han empezado a pasar cosas raras. No se diga que parecen raras simplemente porque son nuevas. El entusiasmo por la innovación es de tal modo ingénito en el europeo, que le ha llevado a producir la historia más inquieta de cuantas se conocen. No se atribuya, pues, lo que estos nuevos hechos tienen de raro a lo que tienen de nuevo, sino a la extrañísima vitola de estas novedades. Hé aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sin razón. Yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo modo de ser de las masas,