348 APUNTES más rara de que mi nodriza fuera mi madre. Ahora bien, el amamantamiento contiene más educación de lo que úno se imagina. Si no es una transmisión de ideas, es, muy probablemente al menos, el vehículo de una multitud de instintos, de aptitudes, de inclinaciones que multiplican los rasgos de parecido del niño con su madre; y si estos instintos, estas aptitudes, estas inclinaciones, son ayudados, incubados, fecundados por una cultura especial y asidua, se convierten fácilmente en facultades directoras y productoras que determinan lo que se llama una vocación, es decir, la marca de una tendencia y la prenda de un porvenir.
Mi madre era excelente música y poseía además esa precisión y esa claridad metódicas tan necesarias en un profesor, que le permitieron entregarse a la enseñanza cuando la muerte de mi padre la dejó viuda, sin más herencia que dos hijos que debía criar, uno (mi hermano mayor) quince años, y otro (yo) de cinco.
Tan animosa como inteligente, dióse a sus tareas mi madre, y me encontré muy pronto formando parte del grupo de alumnos que el interés despertado por su situación, por su carácter y por su talento, hacía aumentar diariamente a su derredor. bien, no obstante mi tierna edad, aparecia yo a los ojos de los alumnos de mi madre, como un escolar sobresaliente.
Véase por qué.
Comprendiendo que la lengua musical se podía aprender como otra lengua cualquiera, mi madre había hecho de mí, a un mismo tiempo, su criatura y su alumno y familiarizaba a la vez mi oído con los sonidos musicales y con las palabras.
Así resultó que la percepción de los aires y de los intervalos de que se componen dichos sonidos,