Opet 1938 APUNTES 333 Diego Uribe dormía su sueño de justo bajo los limoneros en flor de un humilde cementerio de mi tierra lejana, cuando vine a Bogotá.
Fue Jesús del Corral quien me presentó al poeta de Margarita, ese libro escrito con lágrimas que, al decir de Guillermo Valencia. es un dolor cristalizado. Desde la presentación que Jesús del Corral me hizo, me unió con Diego Uribe fraternal amistad, y no supe qué admirar más en él: si su talento de poeta o su corazón de hidalgo cristiano.
Porque puede aseverarse a cierraojos que Bogotá no ha tenido un hombre de más noble corazón que Diego Uribe. Todo ajeno dolor fue sollozo en su garganta; toda ajena pena fue lágrima en sus ojos. Para buscar las penas ajenas tenía, como el personaje de Feval, microscopios en las pupilas.
Un rasgo lo pinta, un rasgo pequeño, pero en achaques de nobleza del alma se juzga por inducción.
Estábamos una tarde Diego y yo sentados banco del Bosque, cuando vimos que bajaba un policial que llevaba cogido de la un pobre limpiabotas. El preso iba llorando. Diego, compadecido, se incorporó, se acercó al grupo y le preguntó al conductor. Por qué lleva a ese chino. Porque me faltó al respeto contestó bruscamente el digno representante de la autoridad.
en un mano a