30 pet 1930 311 APUNTES universal de la naturaleza, siempre tendremos que el hombre lleva en sí esos dos instintos cuando piensa en Dios. El misterio y la adoración. El misterio! prosegui toca a la razón humana ensancharlo, aclararlo, apartarlo más y más, sin llegar a disiparlo nunca completamente. La plegaria! es la necesidad que siente el corazón de derramar, continuamente, la imploración útil o inútil, oída o no, como el perfume sobre los pasos de Dios. Que ese perfume caiga a los pies de Dios o caiga en tierra, no importa: siempre cae en tributo de debilidad, de humillación y de adoración. Pero quién sabe si es perdido? añadí con el tono de una esperanza que en la voz del que habla triunfa de la misma duda. quién sabe si la oración, esta comunicación misteriosa con la omnipotencia invisible, no es en efecto la mayor de las fuerzas sobrenaturales o naturales del hombre. Quién sabe si la voluntad suprema e inmortal ha querido desde la eternidad inspirarla y satisfacerla en el que ora, y hacer así, por la invocación, participe al hombre del mecanismo de su propio destino. Quién sabe, por último, si Dios en su amor y en su bendición perpetua a los seres emanados de él, ha querido dejarles ese lazo con él como la cadena invisible que suspenda el pensamiento de los mundos al suyo. Quién sabe si en su soledad majestuosa, poblada con el solo, ha querido que se eleve y baje incesantemente ese vivo murmullo, esa con