308 APUNTES bres que me han descorrido los velos de la filosofía, y han hecho brillar a mis ojos el brillante resplandor de la razón y de la ciencia, en vez de la luz fantástica y pálida con que las supersticiones humanas iluminan las voluntarias tinieblas difundidas de intento alrededor de sus pueriles divinidades. No es el Dios de vuestra madre ni el de mi nodriza en quien yo creo; ése no es el Dios de la naturaleza y de los sabios. Yo creo con éstos en un sér, principio y causa, fuente, espacio y fin de todos los demás seres, o más bien que no es él mismo, sino la eternidad, la forma y la ley de todos esos seres visibles o invisibles, inteligentes o no inteligentes, animados o inanimados, vivos o muertos, de que se compone el único verdadero nombre de ese sér de los seres. lo infinito. Pero la idea de la inconmensurable grandeza, de la fatalidad soberana, de la necesidad absoluta e inflexible de los actos de ese ser que vosotros llamáis Dios y nosotros ley, excluye de nuestros pensamientos toda inteligencia exacta, toda denominación justa, toda imaginación razonable, toda manifestación personal, toda revelación, toda encarnación, toda relación posible entre ese sér y nosotros, y hasta el homenaje y la plegaria. Es natural que la consecuencia haga oración al principio. Oh, qué cruel es esto añadió. y cuántas bendiciones, oraciones y lágrimas habría derramado ya a sus pies desde que os amo.