19. 30 APUNTES 807 lo infinito y hacia la palabra que por sí sola lo llena: Dios. Me sorprendía cuando pronunciaba esta palabra con la entusiasta unción de alma y corazón, que encierra toda una revelación en un acento; me extrañaba verla apartar o bajar sus miradas, y ocultar en los pliegues de sus hermosas cejas o en la contracción de su boca distraída una pena o una incredulidad triste, que me parecía en contradicción con nuestros arrebatos. Un día le pregunté tímidamente la causa. Es que esa palabra me hace daño me dijo. cómo repliqué la palabra que encierra el nombre de toda vida, de todo amor y de todo bien, puede hacer daño a la más perfecta de sus obras. Ay! exclamó Julia con el acento de un alma desesperada. es que esa palabra contiene para mí la idea del sér cuya existencia he de.
seado más ardientemente que no fuese un sueño, y ese sér añadió con voz sorda y más débilno es para mí ni para los sabios de quienes he recibido lecciones sino una ilusión, la más maravillosa, pero la más vacía, de nuestro pensamiento. Cómo le dije vuestros maestros no creen en un Dios! Pero vos que amáis. podéis no creer en él. Pues hay una palpitación de nuestros corazones que no sea una aclamación de lo infinito. Oh. se apresuró ella a replicar. no interpretéis de demencia la sabiduría de los hom