1038 261 APUNTES Todos gritaban, menos Jorge Pombo, que, tomando un papel que había sobre la mesa, diose a escribir, Terminó, púsose en pie, atusose el espeso mostacho, y dijo. Hermanos samaritanos: ya que el hermano Casimiro violó la prohibición, escuchadme. No hay derecho, pero no hay remedio! ululó Alvarez Henao. Que rebuzne como quiera!
Pombo, sin hacer caso del verbo que así lo arringleraba entre los solípedos de largas orejas, leyó este soneto, que fue recibido con nutridos aplausos. Las doce da en la iglesia la campana: un siglo nace y otro desaparece, y el reloj de los tiempos se estremece amal registrar la inaugural mañana.
Oyese en la ciudad grita mundana, y observo, al indagar lo que acontece, que nadie llora al siglo que perece, ipero al que nace se le canta hosanna. Qué humanidad tan poco agradecida. Con qué presteza su cariño invierte y el beneficio que recibe olvida. Merece bien su lastimosa suerte, no llora al siglo que le dio la vida, iy un himno entona al que le trae la muerte.