103 APUNTES 253 Un empleo para gentuza. Haría un año que estaba el doctor Carlos Restrepo en la Presidencia de la República. Se revolvían contra él todos aquellos que creyeron tener en el probo magistrado un dócil instrumento para sus designios; arrojábanle lodo quienes pensaron que el doctor Restrepo habría de plegarse servilmente a cuanto le exigieran; en torno de la ya encanecida cabeza del ilustre gobernante aleteaban los inmundos vampiros de la calumnia.
Todo lo soportaba el doctor Restrepo, a todo le hacía frente, para todo tenía una sonrisa de perdón o de burla, y por entre los jarales de la diatriba avanzaba sereno. solo con sus ideas y con sus ideales. pesar de esa serenidad y de ese estoicismo cristiano, ya empezaban a cuajarse en los labios del acometido magistrado aquellas doloridas palabras que dijo en uno de sus más bellos discursos. Triste llevo mi alma, hasta la muertel. La distinguida colonia manizaleña, una de las más respetables de Bogotá, porque cuenta y ha contado siempre con hombres que son timbre y orgullo de la República, quiso hacerle y le hizo al doctor Restrepo una brillante manifestación.
Al efecto, más de quinientos caballeros de Manizales acudieron al palacio presidencial, en donde fueron recibidos por el doctor Restrepo, con esa cortesía de gentil hombre que siempre lo caracterizó.
Después de haberse cruzado los discursos del caso, el doctor Restrepo púsose a departir amistosa y afablemente con los manifestantes.
Entre éstos hallábase el general Marcelino Arango, distinguido hombre público que, por su hidalguía y sus brillantes prendas de ciudadano, fue honra, no sólo