248 APUNTES Recostéme contra una pilastra a contemplar los giros del tiovivo, y a oír las risas y gritos jocundos de los niños, que cabalgaban en los corcelillos de madera con todo el orgullo de los llaneros de las Queseras.
Recostado a la misma columna hallábase un caballero para mí desconocido, que, como yo, miraba complacido las vueltas del tíovivo. El caballero sonreía con sonrisa tan amable, que atrajo mi simpatía y púseme a contemplarlo.
Era un señor como de treinta y cinco años, de varonil gallardía, con unos enormes mostachos que le daban aspecto de principe árabe.
El tiovivo giraba, giraba, y en una de las vueltas pasó un lindo chiquillo moreno, como de tres años, que al pasar sonrióle dulcemente a mi desconocido compañero de pilastra.
Atrevidamente, pero siguiendo la costumbre de mi tierra, porque los antioqueños le sacamos conversación hasta a un payaso seco, le pregunté al caballero aquel, señalándole al hermoso jinetillo. Quién es ese negrito tan bonito. Ese negrito tan bonito me contestó mi interlocutor sonriendo cortésmente es nieto de un presidente de la república. Sí? le pregunté. y quién es. Pues ese negrito tan bonito es hijo mío, y yo soy Tulio Ospina, un servidor de usted me contesto el gallardo caballero, tendiéndome francamente la mano.
El negrito aquel era Mariano Ospina Pérez, hoy una de las más destacadas personalidades de la nación y digno exponente de una raza de hidalgos intelectuales.