APUNTES APUNTES 219 olo, donde el ilano empieza, menterio campesino penumbra el vespertino y la colmena reza.
su mistica tristeza; invierno peregrino a cruz ante el camino ando la maleza.
unas vacas compasivas, riosas rogativas, calentar las sepulturas, cielo sus ojazos, le estrellas cuyos brazos las huérfanas llanuras. frecuentes excursiones por los a una vez con un compañero, Ele un bosquecillo a un lado de res y alaridos.
escucha los dos viajeros y, cofan, diéronles de las espuelas a y penetraron al bosquecillo.
ma semejante a una de las pri.
de Don Quijote: un habitante regiones estaba dándole de obre india que gritaba deses.
El otro, que parecía ser un rudo ganadero, requirió el revólver y le gritó al poeta. Para usted también hay. y para su madre!
Rivera dio un rugido, le clavó las espuelas ferozmente al caballo que, encabritado, saltó sobre el grosero gañán y lo arrojó sobre la yerba como un pelele. El valeroso cantor de la selva se apeó y, ya con su revólver en la mano, le dijo al otro. Voy a darte diez latigazos en la cara: uno por esta pobre india; otro por todos los indios a quienes habrás maltratado, y otros ocho por mi madre.
Dicho esto, esgrimió el látigo que, al caer so bre las mejillas del palurdo, le dejó una huella roja.
El hombre lanzó un grito que devolvieron los ecos nemorosos. Rivera alzó el brazo y otra vez el latigo pintó una serpiente de fuego sobre la mejilla del gañán. Este se arrodill6, juntó las manos en imploración y dijo. Perdoneme, señor.
El poeta guardó su revólver, recogió el del azotado, se lo entregó y le dijo tranquilamente. Tome su revolver y asesineme por la espalda si quiere. Le perdono los otros ocho latigazos en nombre de mi madre.
pearse, le arrebató el latigo al to que le gritaba. guache. canalla. Así mujer!