218 APUNTES Doliente y solo, donde el llano empieza, se tiende el cementerio campesino y en la vasta penumbra el vespertino viento suspira y la colmena reza.
Nada turba su mistica tristeza; nada, y en el invierno peregrino se dobla alguna cruz ante el camino y amanece llorando la maleza.
Ya de noche, unas vacas compasivas, haciendo misteriosas rogativas, se echan por calentar las sepulturas, y, dirigiendo al cielo sus ojazos, ven una cruz de estrellas cuyos brazos se abren sobre las huérfanas llanuras.
En una de sus frecuentes excursiones por los Llanos, iba Rivera una vez con un compaffero, cuando oyó que de un bosquecillo a un lado de la senda salían ayes y alaridos.
Pusitronse en escucha los dos viajeros y, como los ayes seguían, diéronles de las espuelas a las cabalgaduras y penetraron al bosquecillo.
Era una escena semejante a una de las primeras aventuras de Don Quijote: un habitante blanco de aquellas regiones estaba dándole de latigazos a una pobre india que gritaba desesperadamente, Rivera, sin apearse, le arrebató el látigo al vapulador, en tanto que le gritaba. Cobarde. guache. canallal. Así no se trata a una mujer!
El otro, que p: requirió el revólver. Para usted ta Rivera dio un ferozmente al caba bre grosero gani como un pelele. se apeo y, ya con dijo al otro. Voy a darte por esta pobre ind a quienes habrás mi madre.
Dicho esto, esg bre las mejillas de roja.
El hombre lanz ecos nemorosos. el látigo pintó una mejilla del gañán.
manos en implorac Perdóneme, El poeta guard azotado, se lo entr Tome su rev palda si quiere. La gazos en nombre