Guerrilla

untes Apuntes solvió por unanimidad que si ban plátanos crudos nadie los an la señal de romper fitas, la cáscara en una mano y el dar la señal de romper filas, midable guerrilla, y así se hizo on los primeros a quienes aco emprendimos unos contra otros.
onsieur François sintió el boa y se asomo al patio; los que tra él y tuvo que cerrar la ecibido unos cuantos platanarrastrados y suclos, pues del ara continuar el combate.
enta de que algo extraordina.
salió al corredor del piso alto. empezó a gritar, pero nadie a campana y se dieron cuenta presencia, pero en lugar de contra él y lo hicieron tocar ate, las paredes del piso bajo orqueria y con los rastros de sotana del vigilante Guevara eron muy bien libradas de la el rector nos iba a meter un imponer algún castigo extra.
con el vigilante Guevara y éste de la protesta. Probablemente amos razón y desde ese día no átanos crudos.
Una Misa Pontifical.
Por primera vez iba a celebrar de pontifical el nuevo obispo de Costa Rica, monseñor Bernardo Augusto Thiel, el 24 de diciembre de 1880, en la Catedral.
El seminario estaba en vacaciones y algunos de los padres lazaristas que lo dirigian estaban pasando los asuetos en el pueblo de San Isidro. algunos de los seminaristas residentes en San José, a mi hermano Jorge y a mi que permanecíamos en el seminario, nos comprometieron para que sirviéramos de acólitos en la misa pontifical. Previamente nos ensayo las ceremonias de la misa pontifical el padre Jenaro Marino. Nos hicieron sobre medidas unas sotanas de pano rojo y los roquetes respectivos. El dia de nochebuena a las 11 de la noche nos fuimos para la catedral y ya revestidos esperamos la hora de la misa que era a las 12.
La misa resulto espléndida y nosotros desempe.
namos cada uno el papel que nos correspondia, con toda precisión; a uno le tocaba llevar el báculo, a otro la mitra, a otro la palmatoria, etc.
Mr. Francois tenia orden de abrirnos la puerta cuando regresaramos de la misa, pero cuando regresábamos al seminario se nos ocurrió irnos a pie al pueblo de San Isidro donde estaban los padres superiores Habla una luna espléndida; al pasar por los ranchos que había a lo largo del camino, infaliblemente salian a saludarnos los perros de la casa.
Nosotros no llevábamos ni un palo con qué de fendernos de las acometidas de los perros y los ahtyentábamos tirándoles piedras.
Ya habiamos andado la mitad del camino cuando