Apuntes Apuntes 431 an todos los potentados de Europa él venía con frecuencia a visitarme y en uno de sus viajes a los Estamuy contento y muy satisfecho una e dias conmigo, en mi modesta ién que un dia, en Londres, asisti comentaba con un vecino de asiento ina comedia que los dos habiamos una opinión muy favorable acerbio, era evidente que mi interlocutor listinta, aunque no me decia por qué.
ado su interés por mis comentarios, estra conversación, repetia expresioSi, naturalmente, usted tiene razón, en ello. me preguntó si, en mi stificado que un dramaturgo hicieParecia deseoso de conocer mires1 terminar la reunión descubri que el enorme dramaturgo inglés Sir ero.
gos tuve el honor y la satisfacción Ic Pherson, eminente cirujano. Nunproezas. Fue realmente una sorpredespués de su muerte, un médico Mc Pherson era el mejor ginecólogo idos. quizá del mundo. Lo acompresenciar una operación que iba se había tragado una aguja y ésta ada en un sitio dificil y peligroso.
El cirujano mostró a sus discípulos las radiografias y les explicó las dificultades y los riesgos del caso, asi como sus precauciones contra una posible equivoca.
ción y, haciendo una incisión, dijo: aqui este, y entre sus dedos extrajo la aguja. Los que presenciaban prorrumpieron en incontenible aplauso. nuestra salida.
aventuré un comentario: Eso fue verdaderamente maravilloso. Nueve décimas partes de buena suerte. respondió: quizá no debería decirle lo sorprendido que me senti al palpar la aguja. Alguien, menos grande, con seguridad se habria sorprendido en caso similar, pero jamás habría admitido su sorpresa.
Entre los que realmente valen, las mezquindades y los actos ignominiosos no son posibles. Los grandes actores a quienes me ha tocado tratar, casi sin excepción, han sido siempre camaradas sencillos y afectuosos. Fue una actriz de cuyo nombre nadie se acuerda, la que puso un aviso en el que advertia a los miembros de su compañía que no habrían de dirigirle la palabra, a menos que ella lo hiciera primero. fue una humilde corista la que se negó a trabajar en un teatro porque, para llegar a su camerino, había que subir cuatro escalones. En cambio, Sara Bernhardt, ante mis disculpas por el camerino que le habia tocado en un teatro provisional en que nuestra compañia trabajaba una noche, comentó sonriendo, Pero, mon enfant, creo usted que yo no he trabajado, en mi carrera, en luga res peores que éste. Cuando tenia unos veinticinco años, estaba a serBIBLIOTECA NACIONAL