A puntes 411 Cuando llegó la hora de continuar la marcha mi padre y los compañeros de viaje preguntaron cuánto se debía, grande fue el asombro cuando la señora nos dijo. Ustedes no deben nada, el señor Calderón dejó todo arreglado.
En Alajuela Llegamos a Alajuela ya de noche y un grupo de muchachos nos seguía, talvez porque les llamó la atención la caravana y sobre todo las ruanas que llevabamos puestas. Entonces el señor Carrasco, uno de los españoles, que no se estaba callado un minuto, nos dijo: vamos a hacer creer que somos una compañía de maromeros y empezó a decir, de manera que los muchachos que nos seguían oyeran. Las jaulas de las fieras no van a alcanzar a llegar esta noche. Dónde se habrá quedado el payaso, que no viene con nosotros. etc.
Cuando nos desmontámos en el hotel, había aumentado el séquito de muchachos. El señor Carmona se hizo cargo de las mulas y nosotros fuímos a ver nuestras habitaciones, mientras llamaban a comer.
Los muchachos no desampararon el hotel hasta que lo cerraron, haciéndonos mil preguntas, pues quedaron convencidos de que éramos una compañía de maromeros, y seguramente al día siguiente salieron a encontrar las jaulas de las fieras.