A puntes 407 Habíamos caminado tres o cuatro horas sin encontrar donde pedir un vaso de agua. Ibamos muertos de sed.
Al fin llegamos a un punto que se llama La Barranca, donde había una venta. Nos desmontámos y pedímos algo fresco; nos sirvieron una tamarindada que nos pareció exquisita. Todos repetímos.
El mister que nunca había montado a caballo montó con zapatos y se le habían hinchado los pies. Se quitó los zapatos y cuando íbamos a volver a montar, no se los pudo poner; los colgó de la montura y montó en medias De allí se despidió el señor Calderón diciéndonos. Esta noche pueden dormir en San Mateo, mañana salen temprano para que no les toque subir con sol la cuesta del Aguacate. Después de pasar esa cuesta, encontrarán una casa muy grande; allí llegan a almorzar y deben permanecer hasta por la tarde que seguirán a Alajuela. Allí llegan al Hotel para comer y pasar la noche. Al día siguiente toman el tren de la mañana para seguir a San José; en la estación los esperaré para llevarlos al hotel. mi paso dejo todo arreglado, de manera que en la casa nueva, así como en Alajuela, los esperan.
Los dos españoles eran divertidísimos; en cada venta que encontrábamos tomábamos algo y le participábamos al mister. Este parecía azorado porque no le había tocado el turno de pagar algo. Al llegar a una venta se adelantó y atravesó la mula frente a la reja