A puntes 405 sar a tierra, pues en este estado no podían subir al buque.
En el viaje me hice amigo de uno de los marincros que hablaba español; era joven y muy simpático.
Cuando supo que yo iba para San José, me dijo: Yo soy josefino, me llamo Bolandi; le voy a suplicar me lleve una carta para mi familia, y la víspera de la llegada a Puntarenas me dio la carta, la cual hice entregar por conducto de un amigo del cual hablaré después.
Como sucede en todos los puertos, los que iban por pasajeros y equipajes formaron un barullo infernal a bordo disputándose los pasajeros.
Había mucha gente, sobre todo en la cantina del hotel.
Allí se encontró mi padre con un señor Adolfo Calderón, el cual le dijo: No se preocupe por nada, yo le consigo carreta para que le lleven el equipaje a San José y mulas para usted y sus hijos. poco rato se presentó un señor Carmona que tenía bestias de alquiler y no sólo dio las que nosotros íbamos a ocupar sino que le dio otra mula a Míster Trece y tanibién a los dos españoles.
En la cantina se expendían muchos licores, cerveza helada, frescos de frutas y un salpicón muy provocativo, porque el calor era insoportable. mí me provocaba mucho tomarme un saipicón, pero tanto el señor Calderón como mi padre (que probablemente me conocieron la gana) me dijeron que no fuera a tomar