400 puntes la orilla, estaban los señores Mercado, Guerrero y Sarria, grandes amigos de mi padre y sus agentes en el puerto para el recibo y despacho de carga. La marea estaba alta y cuando saltámos a tierra esos tres amigos nos dijeron. Su canoa es la única que ha entrado hoy al puerto. Gracias a que los trae el negro Cotico, no les ha pasado nada.
Para mí fue una diversión ver el mar encrespado y bien picado y llegar a Buenaventura empapado por las olas que pasaban sobre la canoa: ni por un momento pensé que habíamos corrido peligro.
En Buenaventura, en aquella época, las casas eran de embutido o de paredes de caña y todas cubiertas de paja, muy semejantes a los ranchos de Córdoba.
Nos hospedámos en casa del patrón Mercado míamos en un restaurant vecino.
Al día siguiente llegó el vapor Islay de la Pacific Steam Navigation Co. en el cual debíamos embarcarnos para Panamá.
Esa compañía tenía el monopolio de la navegación de las costas del Pacífico desde Panamá hasta Chile, sin que a ninguna otra compañía se le hubiera ocurrido hacerle la competencia.
Los buques que tocaban en Buenaventura eran malísimos y la comida peor todavía.
Aunque publicaban itinerarios, jamás los cumplían, a pesar de que tenían una buena subvención del Gobierno para traer los correos.
CO