A puntes 373 loquio del médico y del paciente es por esencia un coloquio singular, un dúo entre el ser que sufre y aquél de quien se espera la liberación. Entre ambos personajes existe casi siempre un secreto que con acierto se llama el secreto profesional. Por más que la enfermedad sea de todos conocida, confesada, comentada públicamente por la prensa, perdura siempre el secreto entre el médico y el enfermo. Los diarios pueden anunciar que el señor X, ministro en funciones, padece una neumonía; el boletín de enfermedad puede ser salmodiado todas las tardes por los locutores de la telefonía sin hilos, y sin embargo, mil detalles permanecerán en secreto entre el ilustre enfermo y el médico tratante. ello sin parar mientes en los detalles físicos, en el hecho por ejemplo, de que el ministro tenga un lipoma o una cicatriz de úlcera varicosa. No pienso en los mil descubrimientos hechos por el médico en el orden moral y que le han revelado por ejemplo que el enfermo es pusilánime o supersticioso, que teme a su mujer.
que vive fastidiado con su hijo mayor, que hace politica anticlerical, mientras recibe clandestinamente las visitas de un sacerdote. En fin la porción de detalles intimos que un médico advierte siempre, que un médico debe advertir para comprenderlo todo y para mejor salvar todo lo que pueda.
La existencia de tal secreto, de semejante intimidad, supone una inclinación natural que puede clasificarse entre las afinidades electivas. El enfermo prefiere siempre elegir su médico y esta cuestión de