A puntes 363 tenemos que hacer es otra: la de nosotros mismos en épocas pasadas y en épocas modernas. Antes vivíamos también la vida esa de cuarteles en armonía con los otros países. No tuvimos guerras, pero tuvimos revoluciones y cuartelazos y complicaciones diversas de estilo trágico. Pero desde que llegaron al Poder hombres desmilitarizados que suprimieron de las escuelas tales enseñanzas, se acabaron esas revoluciones constantes y ese sometimiento de los poderes públicos al poder militar y ese estado de alarma que vivimos en tantas oportunidades. En los últimos años han sido pocos y de escasa importancia los complejos del militarismo en el desarrollo de nuestra vida nacional. lo debemos en gran parte a la educación cívica alejada por completo del manejo de las armas. Hemos aprendido a respetar y a hacernos respetar por medio de las leyes y por medio del pensamiento o la razón. No creo yo que haya un sólo costarricense de intenciones buenas que pretenda dar el salto atrás para que florezcan de nuevo aquellos tiempos inquietos en que la lealtad no jugaba papeles muy airosos en el poder público.
Por eso yo me quedo con el actual sistema. Ese de traer a los campesinos, tranquilos y sanos, al cuido de las armas que garantizan el orden público, es lo mejor.
Nuestro campesino llega a los cuarteles a disgusto.
No es oficio que le estimule las ambiciones ni la pasión.
Cumple con su deber y cuanto antes se marcha otra vez para sus labores de la tierra. Si es preciso, está listo a defender el puesto que se le ha confiado. Si es