DemocracyMarxSocialismViolence

356 puntes un al capitalista el estigma de rebelarse contra una democracia socialista.
Pero hay otros aspectos del problema que Marx no consideró debidamente. En primer lugar, las consecuencias generales que sobre la sociedad tiene la práctica de la violencia, especialmente si se piensa en el carácter destructor de la guerra moderna y, en segundio lugar, las consecuencias psicológicas especiales sobre los agentes de las fuerzas enemigas de tal régimen.
Marx no tomó en cuenta estas posibilidades, tanto por que juzgaba que el conflicto era de todos modos inevitable, como porque estaba convencido de que cualquier sacrificio que se hiciera lo justificarían finalmente los resultados. Esta actitud es, naturalmente, sólo ejemplo de la poca importancia que en general daba a los valores de psicologia política. Es también, en parte, el corolario de un determinismo que los hechos en cuestión no justifican de ningún modo. Porque es evidente que si la revolución, con todas sus violencias, está justificada en causas en las que tenemos una profunda convicción, no habría ni seguridad ni orden en ningún Estado moderno. La guerra mostró claramente que, una vez desencadenados los impulsos salvajes que reprime la paz, se destruye la base de una existencia decorosa. Si la vida se vuelve una jacquerie continua y organizada, la civilización puede fácilmente llegar al punto en que, como en el cuadro imaginario, pero no inverosímil, de Wells, algún anciano sobreviviente hable de una Europa ordenada, como de una leyenda