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354 puntes cada vez menos del carbón mineral. La previsión marxista de una minoría armada en secreto que se adueña del poder de un golpe, es inverosímil en el Estado imoderno. Requeriría la existencia de un gobierno tan débil que casi no fuera ya gobierno, o, lo que es acaso igual, una población en activa simpatía con el grupo revolucionario. Los recursos de publicidad de nuestra época hacen imposible la preparación en secreto del intento gigantesco que supone la hipótesis de Marx.
Pero esto no es más que el principio de las dificultades. El análisis de Marx suponía un sistema de Estados cuya vida estaba determinada principalmente por consideraciones económicas y que gozaban de una relativa independencia respecto a sus vecinos. En el mundo moderno, estas dos suposiciones son ciertas sólo en parte. Una nación como Inglaterra, que depende por completo del comercio exterior, no podrá realizar una revolución con éxito, sino en el supuesto de que sus vecinos vieran sus resultados con buenos ojos; tal actitud, por parte, por ejemplo, de los Estados Unidos, es muy poco probable, y la ruptura del comercio angloamericano sería fatal para cualquiera revolución en Inglaterra. Pero no es esto todo. Está claro que las divisiones que en su desarrollo provoca una revolución, serán determinadas en muy pequeña parte por consideraciones económicas. En un país como los Estados Unidos de América, por ejemplo, habría por lo menos tres nuevos factores de vital importancia. Una revolución comunista yanqui tendría que enfrentarse con