A puntes 335 El último tipo, y quizá el más raro de los cuatro, es el de la mujer psicológicamente madura que reconoce que el hecho de ser una mujer no es un signo de inferioridad ni tampoco de superioridad. Gusta de ser un camarada, un complemento, no un adorno ni otro hombre. Es una compañera ideal de juegos, en el más elevado sentido de la palabra. Quiere compartir lo mismo los privilegios que las responsabilidades de la libertad y exige que su propio espíritu de independencia sea reconocido en su justo valor. No quiere depender de un hombre y representar el papel de hermanita delicada, ni gusta de parodiar la masculinidad por la expresión de su hombría. Es la mujer más satisfactoria, la más emotiva, la más completamente humana que se puede poseer, la más difícil de adquirir, la que con niás sabiduría debe conservarse. Con ella puede úno mostrarse tal como es. No necesita hacer ostentación de su masculinidad, ni tiene que temer que ella considere como un insulto el ser cortés o normalmente solícito. Esperará que el compañero le haga cualquier obsequio, pero no tolerará ningún gasto exorbitante.
Le interesarán los niños y los deportes, la fundación de un hogar y el logro de una carrera, porque su carácter es el de una mujer normal. Naturalmente, el hombre que encuentra una mujer así, debe hacer todo lo posible en su honor, pues lo más bello de su personalidad es su camaradería y la facilidad de su trato. Beran Wolfe