250 Apuntes no sucedía lo mismo a Schiller a los cuarenta y cinco; pues murió en medio de los más grandiosos proyectos, que, realizados por una existencia más larga, habrían enriquecido la serie de sus obras. Resulta de esto, por consiguiente, que hubiera sido preciso exigir la perpetuidad para Schiller, renunciando a ella para Goethe, o, en general, que sólo podría hacer valer sus pretensiones a la continuidad de la vida más allá de la muerte, aquel que sucumbiera en una edad de fuerza y desenvolvimiento. En cuyo caso, no debería durar indefinidamente, sino sólo lo necesario para llegar a la realización de sus aptitudes.
Esta diferencias y lo vago de esta duración, denotan con demasiada claridad un sueño caprichoso; y la hipótesis va aún más allá, por la pretensión de que, siendo las facultades de cada alma humana inagotables e infinitas, no pueden alcanzar toda su acción sino en una eternidad. Naturalmente que no se prueba esta pretensión. Es una pura fanfarronada que la consciencia de todo hombre modesto y leal rechaza como una mentira. Quien no se llene de orgullo y sepa apreciar con justicia la modesta medida de sus facultades, reconocerá el tiempo que se le concede para desenvolverlas; pero no formulará pretensión alguna a un aumento de este plazo más allá de la vida terrestre.