246 p 11ntes hombre; al contrario, ella ha reforzado su manifestación. Pero al mismo tiempo la evolución ha producido felizmente una gran expansión de las regiones cerebrales que dan al hombre el poder de controlarse y de escoger. La batalla entre el bien y el mal que se libra cada día en el pecho de cada hombre sin distinción de sexo ni de edad es una lucha entre la herencia antigua y la herencia reciente.
Entre todos mis estudios, el que ha afectado más intimamente mis convicciones ha sido la investigación concerniente al carácter de la vida mental del hombre.
Sin duda alguna, nuestros pensamientos, sentimientos, deseos, aspiraciones, son manifestaciones cerebrales. Cuando el cerebro está anestesiado, destruido o muerto, la consciencia desaparece.
El cerebro del hombre no se presenta como una cosa excepcional: es la cumbre de una serie ascendente. No hay una de sus partes o de sus funciones que no pueda hacerse remontar a humildes origenes, en lo más bajo de la escala animal. lo que postulamos para el cerebro del hombre, debemos con toda equidad aplicarlo al del mono, al del perro, al de cualquiera otro animal.
Ahora bien, cuando los fisiólogos estudian el cerebro vivo de un mono, no tienen la menor razón para suponer que se encuentran en presencia de una materia dualista.
El cerebro no es una casa ocupada por un «espiritu» o «alma. Espiritu o alma no es más que un término que sirve para designar las manifestaciones del cerebro vivo.
Los principales neurólogos del mundo están de acuerdo a ese respecto en lo que se refiere al ce