Apuntes 245 Cuando a tal testimonio añadimos las numerosas y notables semejanzas con el hombre que ofrecen los grandes monos, en cuanto a la estructura corporal, y las vías paralelas seguidas por el hombre y el mono, en el curso de su desarrollo, la concepción darwiniana del origen del hombre deja de ser una teoria para quien está en mi situación y se corivierte en una realidad.
Debemos reconocernos en presencia de un hecho: somos los descendientes de antepasados parecidos a monos. primera vista, la verdad es a menudo fea y choca con nuestros sentimientos personales, pero cuando es la verdad, sus últimos efectos sobre nosotros son siempre saludables.
Cuanto antes reconozcan los hombres su origen.
huniilde, mejor será para su dicha. Talvez comprendan ellos entonces la verdadera naturaleza de esas flaquezas de la carne que nuestros buenos eclesiásticos llaman pecado original.
El sacerdote sincero explica la tendencia innata del hombre al pecado por su descendencia de Adán.
Ei biólogo moderno considera el pecado original como la herencia recibida de la selva.
No hay que imaginarse que la evolución haya debilitado la herencia de las tendencias animales del (1) Perdone el lector una interrupción. El sabio dice: sumos descendientes de antepasados parecidos a monos; no dice «somos descendientes de los monos. El hecho absolutamente bien demostrado es que los monos y nuestros antepasados son formas orgánicas muy semejantes.
Si queremos usar un lenguaje familiar, para la exposición de la teoria evolucionista, nos exponemos a caer en grandes errores. Nada nos autoriza para decir que nuestros antepasados fueran hijos de monos o siquiera primos de monos. Por hoy, no tenemos el menor derecho para suponer algún parentesco entre las primeras formas orgánicas, puntos de partida de las diferentes líneas de evolución en que se manifiesta actualmente la vida.