244 Apuntes Fui cautivado por el estudio de la anatomia, y no he cesado de ser, desde entonces, un estudiante del cuerpo humano.
Me parecia entonces, como me parece hoy, que si el destino del hombre puede ser descifrado, no lo será sino por quienes puedan leer los jeroglíficos grabados sobre la mente y el cuerpo humanos.
Pronto se me hizo evidente que me era preciso renunciar a mi querido Antiguo Testamento como guía seguro en lo relativo al origen y a la naturaleza del hombre.
Así fue como abandoné en mi juventud la Biblia, en cuanto a libro histórico.
Mi Dios personal, el Creador del Cielo y de la Tierra, se desvaneció. Perdí el deseo no la necesidad de orar, porque no se puede invocar la ayuda de una abstracción. La oración se vuelve imposible para los que están convencidos de que el curso natural de los sucesos no puede ser cambiado por el hecho de que se invoque la intervención de un poder supraterrestre.
Me convenci de que el curso de la historia humana está determinado, no por lo que tenga lugar en el cielo, sino por lo que pasa en los corazones de los hombres.
Cada vez que se me ha presentado una ocasión ventajosa, me he entregado a una investigación, y ésta ha dejado su marca en mis convicciones.
Una cosa es leer simplemente lo que concierne a los descubrimientos del hombre fósil; otra muy distinta es manejar y examinar las osamentas fósiles, los cráneos, las huellas de los cerebros, y comparar unas y otras cosas y situarlas de nuevo en el pasado y en su sucesión evolucionaria.