AnarchismEnglandTrotsky

158 puntes conseextraordinario en toda Polonia; que una revolución surgiría fatalmente de un día a otro; que, en cuencia el Cuerpo diplomático debía abandonar Varsovia sin dilación. Monseñor Ratti replicaba que, en efecto, el desorden era grande en todo el país, pero que la revolución no es nunca consecuencia necesaria del desorden; que él consideraría, pues, como un error abandonar la capital, tanto más cuanto que el peligro reaccionario no era más grave en Polonia que en todos los demás países europeos; afirmaba, por último, que no se alejaría de Varsovia. En un país civilizado donde la organización del Estado es poderosa, replicaba el ministro de Inglaterra, el peligro de una revolución no existe; las revoluciones no nacen más que del desorden. Monseñor Ratti, al defender, sin darse cuenta de ello, la tesis de Trotsky, insistía en su afirmación de que la revolución es tan posible en un pais civilizado, poderosamente organizado y con excelente policía, como Inglaterra, como en un país presa de la anarquia, minado por la lucha de las facciones políticas e invadido por un ejército enemigo, como lo estaba en aquel momento Polonia. Oh never. exclamó sịr Horace Rumbold. Parecía tan contristado, tan escandalizado por esta afirmación calumniosa de la posibilidad de una revolución en Inglaterra, como lo había estado la reina Victoria cuando lord Melbourne le reveló por primera vez la posibilidad de un cambio de Ministerio. La razón de ser de este libro no es la de escandalizar a los que comparten las ideas de sir Horace Rumbold. No es tampoco la de discutir los programas políticos, económicos y sociales de los catilinarios, sino la de mostrar que el problema de la conquista y de la deferisa del Estado no es problema político, sino un problema técnico; que el arte