98 Apuntes nes cierta actualidad en un tiempo como el nuestro, en que, demasiado palpablemente, todas las aberracioson posibles, lo que comenzamos por llamar aberraciones tanto en la mollera de los individuos como en el gobierno de las naciones. No funcionando ya la vieja maquinaria, es natural la tentación de imaginar nuevas, lo más opuestas que sea posible a la antigua.
La pobre razón humana, tal como la entendemos, está a merced de un choque, de un microbio o de una gota de pus. El contagio del ejemplo, que en una casa de locos llega a envolver hasta al médico mismo, hace comprender la parte que corresponde, en nuestros razonamientos que creemos sanos, a la imitación y a la herencia.
La psicosis de las multitudes, de manifestaciones tan terribles a veces, tan gloriosas otras, puede invadirnos cualquier día.
Tales agitaciones desconcertantes son particularmente conjeturables en tiempo de crisis. Se concibe fácilmente la influencia que puede ejercer entonces, en medio del desorden general, un visionario alucinado a quien no detiene ningún freno lógico o consideración práctica, a quien no inmoviliza ningún temor y que, con los ojos brillantes, la frente alta y el verbo sonoro, vaticina a sus anchas en la plaza pública y promete a las gentes la novedad salvadora que ellas anhelan y que a él no le cuesta nada ofrecer.
En tiempos de calma, el impulsivo repugna. Cuando la tempestad sopla, la repugnancia se convierte en admiración. El excéntrico se transforma en un hom.
bre extraordinario.